Alicia Pines
Viernes 5 de septiembre de 2025
Envejecer ya no es sinónimo de quedarse atrás. Hoy, en pleno 2025, la tercera edad se redefine como una etapa de plenitud, aprendizaje y nuevos proyectos. Sin embargo, los paradigmas culturales y emocionales que idealizan la juventud siguen limitando la manera en que valoramos a las personas mayores. Este artículo busca derribar esos mitos y abrir paso a una visión más justa e inclusiva.
¿Por qué los paradigmas culturales sobre la juventud afectan la visión de la tercera edad?
Durante mucho tiempo, en las sociedades occidentales se ha privilegiado el llamado “paradigma del cuerpo joven”. La publicidad, la moda y gran parte de la cultura popular transmiten que lo bello, productivo y deseable está ligado a la juventud. Este mensaje tiene un impacto directo en cómo hombres y mujeres de la tercera edad perciben su propio valor.
Esto genera tres consecuencias principales:
- Sensación de inutilidad: muchas personas sienten que ya no tienen nada que aportar, a pesar de su experiencia y conocimientos.
- Estigmatización social: el envejecimiento se asocia con enfermedad, pasividad o dependencia.
- Dificultad en la convivencia intergeneracional: cada vez es menos común que convivan tres generaciones en un mismo hogar, lo que limita el intercambio de aprendizajes.
Pero la realidad es otra: no todos envejecemos igual. Mientras algunos llegan a la vejez con limitaciones físicas, otros mantienen vitalidad, proyectos y una gran capacidad de aportar a la sociedad. En esta etapa no solo se acumula sabiduría, sino que también se construye futuro: aún hay metas que alcanzar, conocimientos que transmitir y experiencias que vivir.
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Charlemos¿Cómo podemos resignificar la tercera edad como una etapa de crecimiento y futuro?
Resignificar la tercera edad implica romper con estereotipos y abrir espacio a nuevas narrativas sobre el envejecimiento. Aquí algunas claves prácticas para lograrlo:
1. Reconocer el valor de la experiencia
La acumulación de vivencias se convierte en una fuente de sabiduría única. Quienes transitan esta etapa pueden convertirse en mentores para las generaciones más jóvenes, ofreciendo guía en lo laboral, lo emocional y lo espiritual.
2. Promover la salud integral
La tercera edad no debe centrarse solo en la prevención de enfermedades, sino en un enfoque integral que contemple cuerpo, mente y emociones. Actividades como yoga, meditación, natación o caminatas en la naturaleza fortalecen tanto lo físico como lo emocional.
3. Apostar por la educación continua
El aprendizaje no tiene fecha de caducidad. Hoy existen programas de universidades para mayores, talleres de arte, escritura o tecnología que permiten a las personas mayores mantenerse activas y conectadas.
4. Fomentar la conexión social
El aislamiento es uno de los mayores riesgos de esta etapa. Crear redes de apoyo, grupos comunitarios y espacios de voluntariado ayuda a mantener la vitalidad y el sentido de propósito.
5. Reescribir el relato cultural
Necesitamos más historias en medios, series, publicidad y literatura que representen a las personas mayores como lo que son: protagonistas, activos y con sueños vigentes.
Inspiración…
Cada vez más hombres y mujeres mayores emprenden proyectos después de los 60: desde negocios propios hasta iniciativas sociales. En 2025 vemos también a adultos mayores participando en maratones, aprendiendo programación o viajando por el mundo, demostrando que la edad es solo un número cuando existe motivación.
Conclusión
La tercera edad no es un final, es un nuevo ciclo lleno de oportunidades. Derribar los paradigmas culturales y emocionales que limitan a las personas mayores es una tarea colectiva: sociedad, familias y cada individuo tienen un papel clave en transformar la manera en que envejecemos.
En Opción Yo creemos que el bienestar emocional y el autoconocimiento son herramientas fundamentales para vivir esta etapa con plenitud.