Miércoles 20 de enero de 2021
La adolescencia es una etapa de la vida caracterizada por una serie de cambios físicos y psíquicos que permiten la adaptación al mundo adulto. Entre las transformaciones que se dan en el plano psicológico, se observa la tendencia a refugiarse en sí mismo y a distanciarse de los padres, dos situaciones que, si bien son necesarias, pueden acarrear posibles riesgos para los adolescentes.
¿Es posible acompañarlos en esta importante etapa?
Durante esta particular etapa de la vida, en la que los padres dejan de ser el punto de referencia de los adolescentes, y donde el grupo de pares cobra especial importancia en base a la necesidad de ser aceptado y reconocido por éste, la tarea de acompañarlos puede parecer imposible.
Sin embargo, más allá de las paredes que se puedan levantar y los episodios conflictivos que se puedan generar con el adolescente, es completamente necesario estar presentes de una u otra forma, en su vida. Es importante recordar que aunque parezca que no quieren mantener ningún vínculo con sus padres, los adolescentes siguen necesitando la seguridad de saber que cuentan con ellos.
Los adolescentes se encuentran en el proceso de construir su propia identidad, de abrirse camino en la vida y ser independientes. Buscan vivir nuevas experiencias y adquirir nuevos conocimientos, experimentar situaciones de acción, de aventura e intensidad emocional. Tienden, de esta manera, a realizar muchas veces conductas temerarias que los pueden involucrar en situaciones de riesgo. La sensación de omnipotencia, presente en esta etapa, hace que se perciban como seres invencibles, sintiendo que las conductas que realizan no generarán consecuencias que puedan lamentar.
Entre los riesgos que están mayormente asociados a la adolescencia- podemos mencionar:
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El consumo de alcohol y/o drogas
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El bajo rendimiento escolar
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La sobreexposición en las redes sociales
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Las aproximaciones sexuales poco responsables
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Las conductas violentas o antisociales.
La presencia de una buena relación del adolescente con su grupo familiar, actúa como un factor protector que previene que el joven se vea envuelto en situaciones perjudiciales.
Por todo esto es fundamental el acompañamiento y la contención de los padres y demás adultos que rodean al adolescente con el fin de que este se comporte de manera segura y evite los impulsos y conductas que lo ponen en riesgo.
Es normal pensar que nuestros adolescentes no caerán en esas conductas peligrosas, pero la rebeldía natural de esta etapa puede llevarlos a los lugares más oscuros. Por eso es imprescindible el apoyo adecuado tanto para ellos como para quienes cuidan su bienestar.
¿Qué medidas tomar ante un adolescente que se encuentra potencialmente en riesgo?
Parte de emprender el viaje hacia la adultez implica experimentar, y la adolescencia es el momento para hacerlo, pero en la actualidad los adolescentes no siempre cuentan con las herramientas que ciertas experiencias demandan. La consecuencia de esto es que terminan expuestos a situaciones que no pueden manejar y los ponen en riesgos que ni siquiera pueden concebir. Los adolescentes no están exentos a sufrir traumas que los pueden sumir en la ansiedad o en la depresión.
Es por esto que cobra primordial importancia que nosotros como adultos estemos preparados para poder ayudarlos de la mejor manera posible. A continuación mencionaremos una serie de recomendaciones que pueden ayudarnos al momento de acompañar a nuestros adolescentes y prevenir que lleven a cabo conductas de alto riesgo.
⦁ Brindar información: Hablar abiertamente de los diferentes riesgos a los que puede enfrentarse como adolescente, y sobre las consecuencias que pueden tener determinadas conductas a su edad. La comunicación debe ser fluida y sin “tabúes”, como adultos debemos estar preparados para el debate de ideas, para escuchar los argumentos del adolescente y para responder a sus inquietudes. Y todo esto de manera empática, sin olvidar desde donde nos habla el adolescente y que ya no somos la referencia a la que admiran sino la autoridad a la que desafían.
⦁ Fortalecer el vínculo afectivo: Aunque en ocasiones los adolescentes pueden mostrarse distantes, debemos aproximarnos con afecto y respeto, haciéndoles ver que es un miembro importante dentro de la familia, que sus opiniones y sentimientos son escuchados por el resto y que pueden expresarlos cuando necesiten hacerlo, sin miedo.. Compartir actividades de calidad con el joven, interesarse por conocer a sus amigos, aprender lo que le divierte y le hace sentir bien son algunas formas de mantenerlo cerca sin asfixiarlos.
⦁ Mantener una comunicación efectiva: Es importante escucharlos, conocer cuáles son las cosas que le preocupan, cuáles son sus metas y sueños. En las conversaciones, debemos mostrarles que nos importa lo que nos cuenta. La interacción debe estar libre de prejuicios y sermones, debemos orientarlos desde la reflexión, ayudándole a pensar en las mejores alternativas para resolver las situaciones que debe enfrentar. Es muy importante que el respeto sea mutuo para que la autoridad que buscamos ejercer no sea vista como mero punitivismo y sermoneo autoritario. Dar espacio al diálogo es importante, pero que ese diálogo sea valioso es aún más importante.
⦁ Establecer normas claras y supervisar: Si bien es importante que el joven viva nuevas experiencias y disfrute tanto de su nueva independencia y privacidad, deben haber también normas y límites que guíen al adolescente. Podemos establecer tres tipos de normas:
- Fundamentales: no son negociables con el adolescente. Por ejemplo: llegar a casa todos los días a la hora pautada.
- Importantes: pueden negociarse. Por ejemplo: la hora de llegar cuando va a una fiesta
- Accesorias: pueden ser más flexibles y cambiar de acuerdo a cada situación.
Además de las normas establecidas, es necesario determinar las consecuencias que su incumplimiento implicará. Deben establecerse consecuencias de incumplirse los límites establecidos, y éstas deben ser acordadas previamente con el adolescente sin sorpresas inesperadas que puedan comprometer la confianza que el adolescente deposita en nosotros. Bajo ninguna circunstancia debe concebirse como opción el maltrato físico.
La adolescencia es una etapa compleja en la que tanto los padres y los propios adolescentes pueden beneficiarse de una terapia psicológica. Más allá de que haya algún malestar especial que requiera de la atención profesional, una instancia de atención psicológica en la que ambas partes reciban un acompañamiento terapéutico que les permita descubrir herramientas, perfeccionar métodos de crianza, mejorar la comunicación y fortalecer los lazos afectivos.
Afrontar este momento de la vida lleno de retos y desafíos, con nuevos roles, nuevos deseos, nuevas necesidades y emociones desconocidas es un duro y riesgoso camino que siempre es mejor transitar acompañados.
La adolescencia es una etapa proclive a los riesgos de por sí, por eso no es posible eliminar por completo las situaciones indeseadas de la vida de un adolescente. Todo padre quiere siempre proteger a su hijo de los riesgos del mundo, pero es necesario saber que no es posible eliminar el mal del mundo que rodea a su hijo, pero si es posible acompañarlo y educarlo para que esté preparado de la mejor manera posible ante las situaciones que podrían ponerlo en riesgo.
Es verdad que los adolescentes están siempre en riesgo de caer en situaciones nocivas. Los excesos de sustancias nuevas, las relaciones sexuales irresposables, los lugares desconocidos, los nuevos vinculos que siempre son las mejores infuencias, los problemas en la escuela, las reacciones y encuentros vieloentos, las actitudes antisociales, etc. pueden significar miedos muy grandes para los padres y paralizar su capacidad de reacción ante las acciones de los adolescentes.
Por eso es una buena opción que ante el abismo que puede parecer la adolescencia para los padres, y el desequilibrio que puede representar para los propios adolescentes, sea una instancia acompañada por profesionales que guíen y contengan a ambas partes.