Lunes 19 de abril de 2021
Para los niños y adolescentes es crucial mantener un desarrollo activo, tanto en la escuela como en sus actividades sociales, ya que así podrá ir adquiriendo herramientas y podrá aprender a emplearlas de manera adecuada para el desenvolvimiento de su vida, sin embargo, es posible que presenten ciertas variantes en sus habilidades, como el caso del TDAH.
¿Qué es el TDAH?
El TDAH, por sus siglas, se refiere al trastorno por déficit de atención con hiperactividad e impulsividad, y presenta como sintomatología nuclear un patrón persistente de desatención. La misma puede venir acompañada con sintomatología de hiperactividad e impulsividad, o bien puede presentarse bajo la característica de inatento, es decir, dificultad para mantener o sostener la atención sin ir acompañada de hiperactividad o impulsividad.
¿Cuáles son los principales síntomas?
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Inatención.
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Excesivo movimiento.
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Bajo o nulo control de impulsos.
Los mismos deben presentarse en varios ámbitos de la vida del sujeto y además deben estar presentes antes de los 12 años de edad.
El trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) aparece por primera vez en los sistemas de clasificación psiquiátrica en la 2da edición del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-II) (APA, 1968), en la que se denominó “reacción hipercinética en la infancia y en la adolescencia”.
El énfasis está puesto en el exceso de actividad motora y en la atenuación en la adolescencia.
En el DSM III (APA,1980), con el auge de las corrientes cognitivistas, se recoge la importancia del sesgo atencional, por lo que pasa a denominarse “trastorno por déficit de
atención” que podía manifestarse con hiperactividad o sin ella. En su versión revisada (DSM-III-R; APA, 1987) adquiere la denominación actual de “trastorno por déficit de atención con hiperactividad”.
La última versión del manual, DSM-5 (APA, 2013), incluye al TDAH dentro de los trastornos del neurodesarrollo. Los criterios clínicos para el diagnóstico no han cambiado con respecto a los del DSM IV TR, pero se han introducido variaciones en relación con la versión anterior. Así, se consigna que los síntomas deben estar presentes antes de los 12 años. Se deja de lado la clasificación en subtipos y es remplazada por el de “presentaciones”.
A la hora de realizar el diagnóstico debe especificarse el tipo de presentación del trastorno, los cuales pueden ser:
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Combinada.
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Predominantemente inatento.
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Predominantemente hiperactivo/impulsivo.
Además, debe especificarse su intensidad: media, moderada y grave.
El TDAH no debe considerarse como una limitante para el adecuado desenvolvimiento en la vida cotidiana, sin embargo, sí es cierto que todos necesitamos terapia en algun momento de nuestras vidas, quizás aún más cuando debemos enfrentarnos a los estigmas que todavía mantienen las sociedades con respecto a la salud emocional.
Contar con apoyo profesional nos ayudará a entender muchas cosas y así poder brindarle una mayor seguridad y comodidad a nuestros niños y adolescentes.
¿Qué beneficios ofrece la terapia para niños y adolescentes con TDAH?
Como estrategia fundamental, en el caso de las personas que presentan déficit de atención acompañado con hiperactividad e impulsividad, el abordaje debe dirigirse al desarrollo de habilidades de autocontrol y además potenciar el manejo de las emociones.
Para poder ejemplificar el modo de trabajo, voy a presentar el siguiente caso:
Felipe, 7 años y 9 meses al momento de la consulta.
La madre de Felipe (Nombre ficticio para mantener su identidad) acude a consulta derivada por la institución educativa a la que el niño asiste. La institución hace la derivación ya que observaban que el niño no prestaba atención en clases y además molestaba a sus compañeros.
Asimismo, referían que presentaba dificultades para permanecer sentado por tiempos prolongados y que presentaba signos muy marcados de inquietud motora. Su madre manifiesta que a ella se le dificultaba mucho la crianza de Felipe y sostiene que es un niño difícil, “No para”, dice. En aquella consulta su madre refirió que desde chiquito e irritaba con facilidad presentando dificultades para calmarse y “buscaba llamar la atención de todos”.
En relación a los tiempos evolutivos del desarrollo, hitos motores, lenguaje, control de esfínteres, se encontraba dentro de lo esperado.
En el jardín de infantes había recibido muchos llamados de atención de las maestras, quienes le indicaron que era necesario trabajar los límites, ya que era un niño muy inquieto que se irritaba fácilmente, mostrando conductas disruptivas, y que hacía “berrinches”.
A través de cuestionarios estandarizados dirigidos a padres y maestros, batería
diagnóstica administrada al niño y la observación clínica se arribó al diagnóstico de TDAH con hiperactividad e impulsividad.
Las primeras intervenciones con el niño estuvieron dirigidas a desarrollar habilidades de autocontrol entendiendo que era de vital importancia que el niño mejore su rendimiento en las tareas escolares, logrando realizarlas cuidadosamente a fin de cometer la menor cantidad de errores.
Trabajar en esta área se consideró prioritario ya que su bajo rendimiento escolar, además de dar cuenta de sus dificultades de aprendizaje, impacta de manera directa en su autoestima y autoconfianza. De este modo se trabajó con técnicas de resolución de problemas cognitivos a fin de desarrollar dicha habilidad, y además, con técnicas emocionales de autocontrol.
Asimismo, otro punto importante de la intervención, estuvo dirigido a desarrollar competencias sociales para mejorar sus relaciones interpersonales. Para ello se utilizaron técnicas de juegos de roles, instrucciones verbales, refuerzo, entre otras.
La primera sesión estuvo destinada a establecer un buen vínculo entre Felipe y la terapeuta. Para ello se hicieron preguntas destinadas a averiguar por sus gustos e intereses, sus juegos y dibujos predilectos, qué es lo que más le gustaba hacer en casa, cuáles eran sus preocupaciones en casa, en el colegio y con sus amigos. A partir de allí se le explicó al niño en qué consistía el espacio y lo que íbamos a aprender juntos, a fin de poder ayudarlo a resolver sus conflictos. Se aprovechó la oportunidad para pedirle su colaboración en el proceso.
En el segundo encuentro se puso el plan en marcha, comenzando por técnicas de modificación de conductas. Entre estás técnicas se utilizó el programa “piensa en voz alta” (Camp & Bash, 1981). Lo que se busca con ello es enseñar autoinstrucciones guiadas para lograr identificar distintos puntos:
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El problema: ¿Cuál es el trabajo que hay que hacer?
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Generador del plan: ¿Cómo lo tengo que hacer?
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Autoobservación: ¿Cuál es mi plan para hacerlo?
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Autoevaluación: ¿Se está haciendo correctamente?
Las primeras sesiones estuvieron destinadas a resolver problemas cognitivos, como seguimiento de instrucciones, rompecabezas, laberintos, búsquedas de diferencias, etc. mientras que las restantes se centraron en la resolución de conflictos sociales, basadas en la capacidad para identificar emociones, causa y efecto de la conducta y resolución de conflictos, buscando alternativas y logrando anticipar las consecuencias de las mismas.
Otras estrategias que se utilizaron fue trabajar con la maestra del colegio al que el niño asiste, pudiendo brindar herramientas concretas y claras para trabajar con él. Entre ellas se destacan:
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Simplificar las consignas, usando un lenguaje claro y sencillo. Luego de la explicación de la tarea pedirle a Felipe que la repita en voz alta.
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Usar colores que permitan destacar la parte central de la tarea.
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Segmentar la actividad. Es decir, si la misma era pintar un dibujo y luego recortar y pegar, se promovió a que primero se le comunique el primer trabajo, pintar. Una vez resuelta esa parte pasar a pedirle que recorte, y luego informarle que debía pegarlo. Cada vez que el niño lograra el objetivo marcado, felicitarlo y alentarlo a que realice el siguiente paso.
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Motivarlo para que en las clases pueda utilizar las preguntas de autoinstrucciones guiadas.
A fin de favorecer la atención y el seguimiento de las explicaciones en clases se indicó:
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Promover la participación activa de Felipe dandoles un lugar de colaborador/secretario. Por ejemplo, “vos me vas a ayudar a dar la clase a tus compañeros”. A partir de allí reforzar las ideas principales pidiendole que él se las repita a los demás alumnos.
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Realizar las explicaciones por tramos de información. Es decir, a medida que se va avanzando en la explicación ir haciendole preguntas al niño acerca de lo que se dijo.
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Utilizar al menos dos colores diferentes de tizas para identificar las ideas más importantes.
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Anticipar las actividades que se van a desarrollar durante la jornada e ir tachando una vez que la misma se encuentre resuelta.
A su vez se trabajó con los padres, brindándoles herramientas y estrategias para mejorar la conducta del niño en la casa, poniendo especial énfasis en los modos de comunicación ya que manifestaban tener seria dificultades para vincularse adecuadamente. Su madre expresaba con mucha angustia que lo retaban y le ponían castigos permanentemente por su mal comportamiento lo que, lejos de solucionar el problema, generaba un clima de mucha tensión y malestar en el ámbito familiar.
¿Qué aspectos se deben tener en cuenta para el día a día?
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Comprobar que cuando nos estamos comunicando con el niño, tenemos su atención, es decir, verificar que nos esta escuchando. Intentar establecer contacto ocular antes de emitir el pedido o iniciar la comunicación.
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Dar ordenes claras y específicas, una por vez.
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Cuando damos la instrucción u orden, pedirle al niño que la repita en voz alta.
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Estipular plazos para realizar una actividad.
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Cuando se da una actividad, confeccionar una lista de los pasos necesarios, con frases breves o dibujos, para realizarla correctamente.
Es de gran importancia lograr realizar un diagnóstico diferencial para poner en marcha un plan de tratamiento que brinde herramientas para el desarrollo de las habilidades que se encuentran comprometidas. Al hablar de habilidades, hablamos del aprendizaje, lo que significa que con el entrenamiento pueden ser aprendidas y desarrolladas.
Los niños con estas características presentan grandes dificultades para poder responder de manera adecuada a las exigencias del entorno. Por este motivo, si no son tratadas y abordadas a tiempo pueden generar grandes perturbaciones en el desarrollo cognitivo, social y emocional del niño.
Es fundamental entender que el trabajo es en red. Es decir, no es solamente el trabajo con el niño en consultorio sino que también lo es con los padres y con la institución educativa a la que asiste, brindando herramientas, estrategias y técnicas para que logren dirigir adecuadamente sus interacciones.
El apoyo psicológico personalizado le ayudará a manejar las herramientas que tiene a su alcance y así podrá evitar sufrir otros trastornor emocionales, como por ejemplo, el de ansiedad, ya que resulta muy común a partir de las frustraciones que se le pueden presentar en la vida diaria.
Referencias bibliograficas:
- American Psichiatric Association. Manual diagnostico y estadístico de los trastornos mentales- 2º ed. Washington, DC: APA, 1968
- American Psichiatric Association. Manual diagnostico y estadístico de los trastornos- 3º ed. Washington, DC: APA, 1980
- American Psichiatric Association. DSM-V: Manual diagnostico y estadístico de los trastornos mentales, Barcelona: Masson, 2013.
- Camp BW, Bash M. Habilidades cognitivas y sociales en la infancia. Piensa en voz alta: Un programa de resolución de problemas para niños. Valencia: Promolibro, 1981