La desconfianza: cómo reconocerla y trabajarla para recuperar tu tranquilidad

Cortesía de: Mishelle Hernandez

Sí, es posible trabajar sobre el sentimiento de desconfianza. Generalmente, son emociones como la tristeza, la rabia o el miedo las que más identificamos, pero una de las sensaciones más comunes, complejas y menos reconocibles es la desconfianza. ¿De qué se trata? ¿Cómo puede afectarnos? ¿Qué podemos hacer al respecto?

¿Es la desconfianza un tema para trabajar con un especialista?

Cuando se trata de emociones como la tristeza, el miedo, la ansiedad, la depresión o la ira, solemos saber que tienen un origen y que, si no se atienden, pueden ser perjudiciales. Sin embargo, la desconfianza suele verse como algo circunstancial, basado en pruebas, evidencias o una fuerte intuición.

La realidad es que puede tener orígenes más profundos y llegar a convertirse en un obstáculo para:

  • Relacionarnos de forma saludable.
     
  • Proyectar metas a futuro.
     
  • Realizar tareas simples sin sentir tensión constante.

Identificar que tenemos un problema con la desconfianza no siempre es sencillo. Muchas veces se justifica como un rasgo de personalidad o un mecanismo de protección. Pero si todo lo vemos bajo la lupa de la sospecha, nuestros vínculos y nuestro crecimiento personal se ven limitados.

 

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¿De qué se trata la desconfianza?

La desconfianza no siempre es el resultado de un único evento; puede estar ligada a experiencias pasadas, inseguridades o baja autoestima. Incluso puede aparecer sin que seamos plenamente conscientes de su origen.

Señales de alerta:

  • Dificultad para dormir por pensamientos repetitivos.
     
  • Cambios bruscos en el estado de ánimo.
     
  • Dolores físicos como tensión en cuello, espalda o cabeza. 

Según la especialista de Opción Yo, Mishelle Hernández, este sentimiento se asocia a:

“La falta de seguridad y confianza en uno mismo, la sospecha de que algo no va bien, la duda para actuar, la falta de esperanza y baja expectativa hacia las personas cercanas.”

Factores frecuentes que acompañan la desconfianza:

  • Miedo constante a resultados negativos.
     
  • Sensación de vulnerabilidad ante cualquier situación.
     
  • Incertidumbre frente a personas o eventos, incluso sin evidencias claras.
     

Primeros pasos para gestionarla:

  • Reflexionar antes de reaccionar.
     
  • Cuidar la salud física y emocional.
     
  • Verificar si lo que creemos tiene pruebas reales.
     
  • Trabajar en el autoconocimiento para comprender su origen.


¿Por qué es importante atenderla a tiempo?


Si no se aborda, la desconfianza puede generar un ciclo difícil de romper:
 

  1. Desconfianza constante → activa miedos e inseguridades.
     
  2. Vínculos conflictivos → deterioro de relaciones.
     
  3. Baja autoestima → reducción de oportunidades y motivación.
     

En esta dinámica, el mundo se percibe como un lugar hostil, lo que dificulta disfrutar de experiencias, asumir retos o crear relaciones sanas.
El acompañamiento con un especialista de Opción Yo puede ayudarte a identificar estas dinámicas, explorar su origen y construir formas más saludables de relacionarse con el entorno.

Conclusión

La desconfianza es natural en ciertas circunstancias, pero cuando se convierte en un hábito constante, puede limitar nuestro bienestar, nuestras relaciones y nuestras oportunidades. Reconocerla y trabajarla a tiempo nos permite recuperar la calma y avanzar con mayor seguridad en la vida.
 

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