Adriana Rodríguez
Lunes 26 de abril de 2021
Diariamente afrontamos circunstancias que de forma inevitable nos exponen a situaciones de pérdidas. En algunas ocasiones, éstas no son fáciles de sobrellevar y generan un profundo malestar que interfiere en nuestro funcionamiento, y es allí cuando nos encontramos en un proceso de duelo.
¿Qué es el duelo?
El duelo es un proceso psicológico que ocurre tras la pérdida de una persona significativa, o incluso de elementos que tengan el mismo sentido, como la patria, la libertad, un ideal, etc.1,2. Esto nos habla de que no se trata de un momento o una situación particular, si no que implica atravesar un proceso que comprende un inicio y un final, no un estado permanente.
Por lo general, cuando nos referimos al duelo, hablamos de un conjunto de reacciones emocionales asociadas que impactan directamente en todas las áreas en las que nos desenvolvemos. Freud2, en su ensayo Duelo y Melancolía, destacó la presencia de un estado de ánimo profundamente doloroso, inhibición y falta de interés por el mundo exterior, así como una pérdida momentánea de la capacidad de amar nuevamente; no obstante, pasado el tiempo necesario, la persona que había estado en duelo vuelve a recobrar todas sus funciones.
Dichas reacciones emocionales son completamente esperables y forman parte de un proceso natural que ocurre ante la pérdida. La duración y la intensidad del malestar que se experimenta puede variar de una persona a otra, y por lo general, dependerá de múltiples factores. Los principales son:
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El tipo de relación con el objeto perdido (madre/padre, hijo, pareja, etc.).
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Forma de desaparición del objeto, es decir, cuáles fueron las causas y circunstancias de la pérdida (inesperada y abrupta, o anunciada con tiempo suficiente para la preparación, etc.).
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Factores sociales (contexto social, cultural, religioso).
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Edad de la persona en duelo.
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Rasgos de personalidad de la persona en duelo (recursos psíquicos, antecedentes, etc.)
La “ausencia” o resistencia a experimentar tales reacciones, sumado a la presencia de factores de riesgo, hablaría posiblemente de un estado patológico, que complejiza aún más el proceso, por lo cual, es clave contar con un profesional que habilite un espacio de escucha y acompañamiento que sirva de herramienta para transitar el difícil momento en el que se encuentra la persona.
Todo duelo es un proceso intrínsecamente complejo, difícil y doloroso, por lo cual siempre será recomendable contar con apoyo profesional y personalizado y así lograr una transición digna y respetuosa. No tienes que atravesar por este proceso tú solo.
¿Cuáles son las etapas del proceso de duelo?
Según Elisabeth Kübler-Ross3, existen 5 etapas que conforman el duelo y que enmarcan el proceso de aceptación de la pérdida. Cada una de ellas nos da señales acerca de cómo nos sentimos y la significación que se construye alrededor de la pérdida, entendiendo que, no se trata de un desarrollo de duelo lineal y en orden, e incluso no todas las personas atraviesan todas las fases. Éstas son:
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Negación. Esta fase suele observarse luego del anuncio de la muerte de esa persona amada. Con frecuencia, puede suceder que no se entienda por completo lo que ha ocurrido, quedándonos paralizados o incluso puede evidenciarse una ausencia aparente de cualquier emoción y/o pensamiento asociado. Aquí, no se trata de una negación literal de la muerte de ese ser querido, si no de un mecanismo de defensa que pone en marcha nuestra psique cuando la realidad nos excede.
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Ira. Esta etapa a menudo se manifiesta de formas diversas, desde el sentir ira contra el objeto amado fallecido por no haberse cuidado mejor, ira contra nosotros mismos por no haber hecho algo que lo salvara, o molestarnos por sentir que esa persona nos abandonó, entre otras, dependiendo de la circunstancia en la que ocurre la desaparición de ese objeto tan significativo. La ira corresponde a una reacción natural y su trasfondo se encuentra asociado a otras emociones y/o sensaciones que invaden nuestra psique, como la tristeza, el miedo y la soledad, no obstante, otorgar un espacio para expresar nuestro enojo es necesario para el proceso curativo del duelo.
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Negociación. Aquí, la persona en duelo entra en un período en el cual intenta pactar simbólicamente con aquello que pudiera revertir la pérdida o el dolor y suele encontrarse acompañado por sentimientos de culpa, que se caracterizan por autocríticas y cuestionamientos acerca de cómo se pudo haber evitado. No obstante, suele ser una etapa que sirve a nuestra psique para tomarse el tiempo que necesita para adaptarse a la nueva realidad.
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Depresión. En esta etapa, el proceso de duelo entra en una dimensión más profunda y nos conecta con una intensa tristeza y sensación de vacío. Cabe señalar que, esta reacción emocional no es un síntoma de una enfermedad mental, es una respuesta adecuada y adaptativa frente a la pérdida, por lo cual, resulta de suma relevancia habilitar el espacio para procesar lo sucedido.
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Aceptación. En este período, se acepta finalmente la pérdida y se comprende que dicha realidad es permanente, por lo que permite abrir paso a una reorganización. La aceptación comprende un tipo de adaptación (emocional y cognitiva) a una nueva realidad existencial que se inscribe en la historia de la persona que había estado en duelo.
Cuando cualquiera de estas etapas se ve obstaculizada y la persona rechaza insistentemente hacer contacto con el dolor, por lo general, se agrava la situación y se instaura un duelo patológico. Éste se caracteriza por el aumento de la intensidad y la duración del malestar emocional asociado produciendo un gran deterioro en las funciones del sujeto, seguido por impacto negativo en todas las áreas de su vida.
En ese momento, la atención por un especialista en salud mental se hace imperativa, así como la evaluación psiquiátrica para determinar la necesidad de un tratamiento psicofarmacológico.
¿Cómo facilitar la elaboración del duelo?
En primera instancia, para favorecer la elaboración del duelo es importante tener en cuenta que se trata de un proceso adaptativo, el cual será vivenciado de una forma y ritmo particular dependiendo de la subjetividad de la persona que lo padece, entre otros factores. Transitar el mismo, dará paso a que puedan resolverse los conflictos relacionados a la separación.
Por lo tanto, resulta relevante facilitar la realización de un ritual funerario (como sea posible), que generalmente se asocian a las creencias religiosas y culturales de la persona, entendiendo que esto ayuda de algún modo a enfrentar la muerte del ser querido y despedirse.
Asimismo, la existencia de una red de apoyo y contención de familiares y amigos que acompañen el tránsito del duelo resulta igualmente beneficioso.
Y por último, si bien se cree que la intervención en el desarrollo del duelo podría interferir su curso y por ende, generar mayor malestar, contar con un espacio de escucha y acompañamiento profesional conlleva al paciente mayor bienestar.
¿Cuáles son los beneficios de la terapia psicológica?
Los beneficios de pacientes que acuden a consulta son realmente significativos. En la terapia encuentran un espacio seguro, de apoyo y contención profesional, que respeta su dolor y habilita la escucha particular a los aspectos más íntimos que el proceso de duelo moviliza, aquello que desde el mundo exterior con frecuencia se les exige superar rápidamente para continuar con la vida, y que, sin embargo, sólo es posible si se otorga un lugar a todo el conjunto de emociones que emergen alrededor de la pérdida.
De esta manera, la sintomatología asociada suele disminuir progresivamente, los elementos que producen los sentimientos de culpa se resignifican y por lo tanto desaparecen luego de un tiempo, y los pacientes logran construir un modo de “saber hacer” con la nueva realidad, favoreciendo así su adaptación de forma paulatina.
En este sentido, frente a la vivencia de duelo es importante recordar que:
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Nada de lo que sientes está por fuera de la realidad o es ilógico, por lo contrario, es válido y esperable.
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No se trata de un estado de dolor permanente, es una situación temporal.
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Evita las creencias erróneas que imposibilitan el contacto con el dolor, como: “mejor no hablar de eso” o “mejor no recordar lo que pasó”.
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Buscar ayuda psicológica puede ser parte de las herramientas que te permitan aprehender distintas maneras de lidiar con lo sucedido.
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Existen grupos de apoyo o terapéuticos de personas en duelo que resultan beneficiosos.
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Mantener el contacto con tu red de apoyo familiar y social facilita el proceso.
Finalmente, en el duelo no se trata de intervenir para curar y hacer desaparecer mágicamente el malestar emocional que se produce, sino de permitirse poner en palabras el profundo dolor que significa la pérdida de esa persona u objeto amado. Transitar ese proceso en un espacio acompañado por un especialista en salud mental, es una invitación a construir una solución posible, particular y subjetiva, para lograr seguir funcionando a pesar de lo que impone la nueva realidad.
Cada persona tiene un tiempo y una forma de llevar a cabo su proceso de duelo, pero es crucial que sea un proceso que no se estanque, pues reprimir nuestras emociones puede llegar a ser sumamente peligroso. No tienes que atravesar por esto solo, el apoyo profesional te ayudará a sanar.
Adriana Rodríguez
REFERENCIAS
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Bowlby J. El Apego y la Pérdida: la pérdida. Barcelona: Paidós Psicología Profunda; 1997.
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Freud, S. (1917 [1915]). Duelo y melancolía. Obras Completas. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
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Kübler-Ross, E. y Kessler, D. (2006). Sobre el duelo y el dolor. España: Ediciones Luciérnaga.